UNA VARIANTE EDITORIAL DE LA REVISTA FRANCESA ACTUEL MARX ISSN:0718-0179

Convocatoria N°34

Convocatoria

Actuel Marx/Intervenciones N°34

Segundo semestre 2024—

Recepción de los artículos hasta 15 de julio 2024

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Entre la cultura como campo de batalla y las estéticas del fragmento.
Para una reflexión crítica de los estudios sobre la cultura en América Latina

El intelectual anticolonial martiniqués Aimé Cesaire en su carta de renuncia al Partido Comunista Francés (1956) ya adelantaba un problema crucial para el marxismo en América Latina: el debate entre totalidad y particularidad. Un mensaje epistolar que en su elocuencia y breves páginas no hace más que retumbar los lugares comunes de un marxismo ortodoxo europeo cuando critica el corto alcance de la solidaridad proletaria francesa hacia la experiencia de los pueblos colonizados. Hacía el final de la carta Cesaire indica “no me entierro en un particularismo estrecho, pero tampoco quiero perderme en un universalismo descarnado. Hay dos maneras de perderse: por segregación amurallada en lo particular o por disolución en lo universal” (84). El debate es largo y no se inicia con esta carta, en vista de que otros preclaros como Mariátegui, José Martí, Castro, Guevara, entre muchos otros fueron severos en la crítica a la ortodoxia marxista. Esta última, probablemente es la primera de las características que nos permite hablar de un marxismo propiamente latinoamericano.

Esta crítica heterodoxa, que emana de la propia creatividad marxista latinoamericana vale para entender no solo la práctica revolucionaria sino todos los esfuerzos por conformar un marco teórico que permita comprender la experiencia del capitalismo global en un territorio que ha sido colonizado y obligado al tercermundismo. La posición subordinada y periférica que impone el modo de producción mundial a la región ha sido un caldo de cultivo para que proliferen diversas corrientes teóricas críticas que se esfuerzan por otorgar un marco de comprensión sobre esta dominación imbricada.

La cultura, como espacio, como objeto de estudio y como categoría que refleja las coordenadas sociales, políticas y económicas de un determinado momento histórico, con sus respectivos debates, consensos y disputas ha sido razón de preocupación para el marxismo desde sus primeros días. Siempre se pueden convocar definiciones folcklorizantes, etnificantes y deslavadas de la cultura y sin lugar a dudas estas miradas superficiales y en apariencia libres de conflicto ideológico son las más extendidas en el espacio público. Sin embargo, como bien señala el crítico palestino Edward W. Said, la cultura bien puede ser entendida como un lugar de disputa ideológica donde nada queda a la deriva de la casualidad ni mucho menos del desinterés: “lejos de constituir un plácido rincón de convivencia armónica, la cultura puede ser un auténtico campo de batalla en el que las causas se expongan a la luz del día y entren en liza unas con otras”. Haciendo eco a esta mirada política sobre la cultura es que queremos dedicar los esfuerzos del número 34 de Actuel Marx Intervenciones para convocar a una revisión crítica de los principales debates que subyacen en las perspectivas críticas del marxismo latinoamericano en el ciclo contemporáneo bajo el título de “giro decolonial”.

El “giro decolonial” que nace en medio de la crisis de la compartimentación disciplinaria en las décadas de 1980 y 1990, quiebra y toma distancia del origen de los estudios culturales de mediados del siglo XX que surgieron como un esfuerzo por ampliar y reforzar las categorías de análisis al interior del marxismo, tratando discusiones teóricas sobre la comprensión de las coordenadas sociales al alero de marcos de interpretación de un marxismo ortodoxo y su dogmático economicismo, que para entonces se mostraba insuficiente para formar una mirada comprensiva integral de la sociedad. En dichos orígenes de los estudios culturales en los años 50 encontramos a autores de relevancia como las de Raymond Williams, Richard Hoggart, E. P. Thompson y Stuart Hall. Todas figuras reunidas en torno al proyecto de los estudios culturales en la Escuela de Birmingham. Otro antecedente importante, son los estudios postcoloniales que surgen en la academia estadounidense a fines de la década de 1970 con autores como Edward W. Said y los bengalíes Gayatri C. Spivak y Homi Bhabha. Autores que logran una instalación académica y se convierten en duros críticos de la situación colonial de naciones que vivieron hasta entrado el siglo XX experiencias coloniales, como es el caso de Egipto, la India y como sigue siendo el caso de Palestina.

Si bien, los primeros pasos de los Estudios Culturales se encuentran al interior de la izquierda crítica (como fue la Escuela de Birmingham), debemos tener en cuenta el giro que este campo sufrió en las décadas de 1980 y 1990 por fuera del marxismo (Rojo, 2001). Este “giro”, por fuera de los marcos analíticos del marxismo, es al que podemos reconocer como las corrientes “post” (estructuralista, moderna, marxista, socialista, etc.) que han arremetido con fuerza contra los “grandes relatos”, la “totalidad”, las identidades y la vituperada categoría de “clase” (Grüner, 1998). La justificación que a simple vista extienden los intelectuales “post” es que con el advenimiento del siglo XX, la categoría de “clase” no era capaz de dar cuenta de la heterogeneidad del pueblo y que habría emergido la necesidad de expandir a una lectura más compleja e integral a razón de sus diferencias de género, raza, sexualidad y nacionalidad. “Nuevas” identidades y movimientos sociales que, al desamparo del socialismo en crisis como alternativa para construir hegemonía, son incorporados a un marco teórico donde se instala una narrativa (des)centrada sobre las minorías hibridas, fluidas, fragmentarias y residuales. Así́ mismo, junto a la categoría de “clase”, también se fueron al tacho de la basura la “epistemología” que dio origen al (supuesto) enemigo de la humanidad y su variable crítica emancipatoria: la modernidad y el marxismo. La instalación de una lógica anti moderna y anti marxista y su consecuente sustitución por las estéticas del fragmento (Grüner, 1998) que dominan la escena en la mayoría de las aulas, seminarios, congresos y discusiones universitarias. Esta crisis y emergente propuesta teórica por cierto no puede entenderse sin tener en cuenta la estrecha relación con las transformaciones sociales e ideológicas que se corresponden con el fin de la Guerra Fría y el avance del capitalismo globalizado (Moraña, 2014). Como señala Estela Fernández Nadal, la génesis de esta propuesta no es ajena al impacto producido por la transformación del modelo de acumulación conocido como globalización. En este contexto de «agotamiento de las energías utópicas» arremete como amenaza la disolución de un campo intelectual crítico que no sea funcional a la lógica del mercado mundial dominante (Nadal, 2003).

La deriva de los estudios culturales en América Latina puede ser rastreada por medio de grupos como el extinto Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos, la Colonialidad del Saber y el Grupo Modernidad-Colonialidad. Este trabajo colectivo y en red sin lugar a dudas es una de sus mayores fortalezas. Al trabajo en redes o grupos se suma la instalación académica en las universidades de Estados Unidos y la impresionante compenetración entre quienes conforman estos circuitos en lo que queda en evidencia en cómo se citan unos a otros, realizan publicaciones en conjunto, dejando entrever una red bastante endogámica (Zapata, 2018) que propicia alcances de mayor circulación, visibilidad e incidencia en el campo intelectual y político.

La invitación de este número es a debatir, reflexionar y revisar críticamente los alcances de la renombrada pero pocas veces definida “perspectiva decolonial”. Ahora bien, no queremos promover marxismos trasnochados y menos culturalismos estrechos que no puedan integrar categorías de análisis y dominación interrelacionadas, donde la “clase” o la “raza” y el “género” no sean categorías que se subordinen unas a otras; sino, como bien señalaba Cesaire en la carta ya referida “mi concepción de lo universal es la de un universal depositario de todo lo particular, depositario de todos los particulares, profundización y coexistencia de todos los particulares” (84). El llamado de este número busca ensayar esa pregunta por un universalismo que no coarte diferencias y pluralidades internas, al mismo tiempo que esos particularismos impliquen la renuncia a un proyecto humanista universal. Buscamos convocar especialmente al estudio de las genealogías de pensamiento crítico latinoamericano para acabar de una buena vez con el gravísimo error de confundir el origen de los estudios sobre el racismo y el colonialismo a este grupo intelectual, cuando bien sabemos, es un debate que subyace transversalmente a todo el continente desde el desembarco de Colón en 1492.


Para la presentación de artículos en este dossier, proponemos las siguientes líneas temáticas:

  • El rol de las categorías: anticolonialismo y/o colonialidad.

  • Los alcances y derivas de los estudios subalternos en el contexto latinoamericano.

  • Redes intelectuales: publicaciones, universidades, congresos, etc.

  • Las luchas territoriales indígenas bajo la óptica decolonial.

  • Análisis sobre los estudios del racismo y las migraciones desde el giro decolonial.

  • Los estudios de género desde una perspectiva decolonial.

  • Las derivas feministas de los estudios decoloniales en América Latina.

  • La reincorporación de la relación entre economía, política y cultura en el campo crítico latinoamericano.

Actuel Marx/Intervenciones

Comité Editorial

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